Nueva ficha de transferencia de la mosca Atherigona Orientalis editada por Cajamar
Atherigona orientalis, conocida en España como la mosca menor de la fruta del pimiento, es una mosca detectada recientemente en la península ibérica. La morfología del adulto es la de una típica mosca: Ojos compuestos de gran tamaño, antenas cortas, aparato bucal chupador en forma de prosbócide y un solo par de alas, pues las alas traseras se han convertido en un par de cortos apéndices denominados balancines. Como en todos los insectos con metamorfosis completa, las larvas son muy diferentes a los adultos; en los braquíceros las larvas son ápodas y vermiformes, con aspecto de gusano.
Ciclo de vida y daños en los cultivos:
Los adultos de Atherigona orientalis son moscas extremadamente fugaces –apenas viven unos pocos días como adultos– que prefieren los restos vegetales en descomposición para poner sus huevos, pues sus larvas son principalmente saprófitas, por ello suele atacar frutos con daños mecánicos o afectados por microorganismos descomponedores. Sin embargo, sobre todo cuando las poblaciones son altas, puede colocar sus huevos alargados y blanquecinos en frutos sanos de pimiento o berenjena, en zonas cercanas al cáliz del fruto. De los huevos emergen unas pequeñas larvas blanquecinas que aprovechan pequeñas heridas en la epidermis del fruto para penetrar en su interior. Una vez dentro del fruto, las larvas comienzan a alimentarse de él, al tiempo que aparecen en el fruto podredumbres bacterianas.
Las larvas de A. orientalis de desarrollan perfectamente en los fluidos bacterianos, respirando a través de sus espiráculos de color negro, incluyendo en su dieta tanto tejido vegetal, como larvas de otros insectos descomponedores, no siendo raro el canibalismo entre las propias larvas. Cuando las larvas están completamente formadas evolucionan en una pupa oscura con forma de barril, sin abandonar en ningún momento el fruto en descomposición; de esta manera, cuando el adulto emerge lo hace en medio de los restos podridos, completamente cubiertos de esporas de microorganismos descomponedores, que el adulto de mosca transferirá al depositar sus huevos.
Aunque es mucho más raro, A.orientalis puede colocar sus huevos sobre heridas de poda o recolección y sus larvas pueden atacar directamente los tejidos del tallo; sin embargo, el número de larvas que completan su desarrollo es mucho menor que en los frutos –probablemente debido a una alta tasa de canibalismo– y la descomposición raramente llega a afectar al tallo principal, con lo que las pérdidas son insignificantes.
Del párrafo anterior puede deducirse que A. orientalis no es un fitófago, por lo que su capacidad para convertirse en una plaga en nuestro cultivo va a depender de la conjunción de varios factores. Para empezar debe de haber un elevado número de frutos susceptibles de ser afectados inicialmente por A.orientalis y que permitan que se dispare su población, ya sea por daños mecánicos –ataques de oruga,pájaros o roedores–, por podredumbres fúngicas o bacterianas, o por una higiene deficiente en el cultivo –abandono de restos de poda, deshojado o aclareo en el invernadero o sus proximidades–. En segundo lugar es necesario que los frutos sanos muestren pequeñas heridas que permitan la entrada de las larvas de la siguiente generación de A. orientalis, ya sea por heridas de alimentación de chinches, por presencia de microcraking o por grietas en el cáliz. Si se combinan las circunstancias descritas y se alcanza una población muy alta de moscas, teniendo en cuenta que esta especie es un eficacísimo transmisor de la bacteria descomponedora Pectobacterium carotovorum,es fácil que la situación derive en un grave ataque de bacteriosis en el cultivo que puede causar pérdidas de cosecha muy importantes.
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